miércoles, 23 de noviembre de 2011

Dalias de sangre



Te observo desde lejos mientras dejas un ramo de flores sobre una lápida. Son dalias rojas.
Y recuerdo los seis meses que pasamos arrugando sábanas y riendo por las esquinas de la ciudad. Recuerdo tu huida y mi persecución insistente, mis llantos a gritos y el exceso de pastillas, tus advertencias y mis amenazas.
Recuerdo la noche que te vi por la ventana con ella, entré en tu casa y desde la oscuridad os divisé en el dormitorio, vuestras pieles ardiendo como habían ardido las nuestras, y solté un gemido.
Olvidé tu buena puntería y el arma que guardas en la mesilla de noche. Pero tú no has olvidado que las dalias rojas eran mis favoritas.

Alicia Y.H.

Y allá a lo lejos, el faro…

A las golondrinas de alas rotas
             Y a los fareros que las enamoran…




       
Cada atardecer, él  dejaba las luces del faro al cuidado de las gaviotas y caminaba por la orilla del mar. Yo lo esperaba en la playa, acurrucada, escapando del viento. El farero  le contaba al mar todos sus secretos, por eso no tenía nada que contarme. Sus ojos verdes miraban el horizonte, por eso no podía verme. Se dejaba acariciar por las olas que morían a sus pies y por eso no sentía mis caricias.

Pero esa tarde, al pasar frente a mí, el farero se detuvo. Me miró, acarició mi ala rota y me besó en el pico. Estoy cansada, ya no quiero más veranos -le dije. No temas golondrina, tibios inviernos nos esperan
-susurró en mi oído.
                                   
Antes de alzar el vuelo conmigo en brazos, miró hacia atrás y allá a lo lejos, las gaviotas enfurecidas apagaban las luces del faro...
                                   
Rita T.                       

martes, 8 de noviembre de 2011

Caminante no hay camino


Y nada más existió hasta el próximo tren. Ya no escuchaba el traqueteo del anterior,  ni  distinguía el rastro de humo de su chimenea, diluido en un cielo de nubes grises.
Se había apeado casi en marcha, con el cuerpo arrugado y el alma seca.  Contempló los caminos de hierro por los que había deambulado toda su vida de vagón en vagón, soñando con un destino.
A lo lejos presintió la llegada del siguiente. Se giró, la visión era desoladora, pero confió que en el desierto no encontraría más espejismos.

Susana Revuelta

(presentado al concurso de la Cadena Ser)

De uniforme


“… y nada más existió hasta el próximo tren. La estela del anterior llenó el apeadero de un hedor desconocido. Supe entonces a qué olía la muerte”.
La lluvia golpea los cristales con saña. La anciana levanta la vista de su labor y le dirige una mirada de desaprobación, pero él está inmerso en sus recuerdos y no la ve.
Max no pestañea, se siente subyugado con el relato. Apoya un dedo en la fotografía dando unos golpecitos:
—Abuelito, ¿por qué ibas vestido así?

Susana Revuelta

(presentado al concurso de la cadena Ser)

lunes, 7 de noviembre de 2011

Siete luces


Dos semanas más y termino por destruir las que me faltan. Apunté la mira y continué disparando hasta dejar la calle oscura.

Elena Basaldúa

Cirugía reparadora



Toda su vida había sentido un vacío en el pecho. Le descubrieron un tumor y entró en el quirófano. Al abrir los ojos, se dio cuenta desolada de que el vacío había aumentado de tamaño.

Alice

viernes, 4 de noviembre de 2011

"Quiero dormir" de Ana María Shua


Quiero dormir. Ante los Dioses del Sueño, postrada, imploro.
Este es tu sueño me responden furiosos. Entonces, quiero
despertar. Caminarás, me ordenan, por un largo pasillo.
Hallarás dos puertas. Una de ellas guarda tu despertar. La
otra, la más monótona de las pesadillas, que es la muerte.
Debes abrir una: el azar o tu ingenio pueden favorecerte.
Camino por un largo pasillo hasta alejarme de los Dioses del
Sueño. Veo dos puertas. Junto a ellas, inmóvil, espero.
Creado por Dioses tan poderosos como los del sueño, tarde o
temprano sonará el despertador.

Ana María Shua